Valle de Arán: Mi Nuevo Hogar

Como dice Jorge Drexler "somos una especie en viaje".

Primer día en mi nueva casita en el Valle de Arán, al pie de Los Pirineos. Siento que vine a la montaña a escribir mi historia, dejar un registro de todas mis experiencias vividas. Tengo tantos relatos que quiero compartir, tantas vivencias que contar…

¿Para quién escribo? Para los artistas, los “raros”, los rebeldes, los soñadores, los sanadores, los solitarios… Quiero que mis palabras lleguen a mi tribu, tengo mucho tiempo buscando mi familia espiritual y mi lugar en el mundo. Ese lugar lo he encontrado en México, en Canadá, en Kenya, en España pero al cabo de un tiempo, cuando empecé a sentirme cómoda y estable, una fuerza mayor me ha llamado hacia otro lugar y tuve que moverme. La estabilidad se me escurre entre los dedos, como si estuviera destinada al desplazamiento, a crear y deshacer vínculos, a trascender lazos y continuar reinventándome.

Me siento a escribir y aún no decido en qué idioma hacerlo; tengo años dándole vueltas a lo mismo. En un pasado remoto, dejaba que las palabras salieran y luego traducía del español al inglés y viceversa pero es demasiado trabajo. Quizá la mejor alternativa, algo un poco fuera de lo común -como yo- es que escriba según me vaya surgiendo. Ser bilingüe es una facultad llena de complicaciones. 

Hoy escribo en español porque al abrir mi bloc de notas para retomar este blog -que lleva más de un año en pausa- encontré un escrito del 15 de Julio, hace exactamente un mes. Aquí va un extracto:

"Cada día estoy más convencida que la vida solo nos pide ser soñada. Me siento en el umbral de una nueva etapa, estoy dando un salto cuántico incluso más poderoso que cuando me mudé a Barcelona en plena plandemia.

(...) No me arrepiento de nada, lo que di lo recibí -de donde menos lo esperaba- y esa mutua entrega es una sensación maravillosa; con eso me quiero quedar, pase lo que pase.

Estoy construyendo la vida que siempre soñé y si bien sueño con que mi compañero de vida me encuentre, sé que es la cereza del pastel y no el cimiento. Tengo la certeza de que atraigo lo que vibro, porque el Universo me apoya, porque soy una expresión del Cosmos. Una casita con vista a la montaña… mi base… mi templo sagrado. Y desde ahí, TODO."

Lo curioso es que hace exactamente un año, el 15 de Agosto de 2020, llegaba a Barcelona con toda la ilusión contenida desde el 2009, cuando la conocí por primera vez y me vi en un futuro viviendo en ella. Es sin duda mi ciudad favorita ya que no ha dejado de sorprenderme.

Su mar, parques, calles que parecen set de películas, vistas panóramicas impresionantes, gente de todo el mundo, música, arte, colores, sabores, arquitectura que te vuela la cabeza y un ritmo de vida único. Barcelona lo tiene todo y me enamoré de la ciudad con todo mi ser.

Entonces, ¿por qué me voy? Creanme, me lo pregunto yo también. Sin embargo desde pequeña me vi en las montañas, hay una fuerza magnética que me atrae a ellas, al bosque y a los lagos. Soñaba con vivir en San Martín de Los Andes, en la Patagonia Argentina, pero esta hormiguita viajera no estaba preparada para irse al culo del mundo. 

También es cierto que cada día mi sensibilidad incrementa y es en contacto con la naturaleza y una menor densidad de gente, en donde me siento más ligera, conectada e inspirada.

Hace mes y medio, un amigo Catalán que conocí en Tulum en el 2013 me dio la posibilidad de conocer este lugar, El Valle de Arán, que ni sabía que existía. Y me recuerda tanto a San Martín que de a ratos pienso que el Universo tenía todo planeado; alucino porque estoy tan solo a 4 horas de Barcelona.

Si logro adaptarme a la comunidad Del Valle, si el invierno no es tan duro como los inviernos Canadienses y si se abren las puertas que estoy deseando se abran, podría decir que he encontrado mi lugar, tierra en donde plantarme...

Llevo mucho tiempo empacando y desempacando, armando y desarmando mi vida; y a pesar de lo emocionante que es comenzar de cero, conocer gente nueva, re-inventarme y re-conocerme, siento que ya estoy un poco cansada de tanto movimiento y desapego; lo que más sufren son mis relaciones.

En los últimos años, me he mudado cada 6 meses, a veces de casa, a veces de ciudad y hasta de país; siento que soy una plantita que se auto-trasplanta para seguir creciendo. El tema es que ya me estoy convirtiendo en árbol y necesito encontrar tierra fértil en donde hundir mis raíces y extender mis ramas, florecer y dar frutos.

Sé que la vida es sabia, que mi vida es una suma de factores, que hay una magia invisible que me lleva y que me impulsa. Cada día me siento menos en control y más en armonía conmigo misma. Aunque me pesa la soledad, paso a paso, voy construyendo la vida que siempre soñé.

Cada cual tiene su tiempo, creo que estamos en un momento de transición colectiva en la que volvemos a ser libres -los que estamos despiertos- regresamos al tiempo personal, a vivir desde el amor y la verdad propia. Para lograr esto, es muy necesario iluminar nuestras sombras, enfrentar miedos, soltar y saltar. Estoy convencida que es ese salto hacia lo desconocido lo que nos da alas para volar, y así seguir elevando nuestra visión.

Mientras escribo miro por la ventana, la montaña de fondo, el canto del viento acariciando las copas de los árboles y un pajarito que se acerca a mi ventana me recuerda que soy una con la naturaleza. Este nuevo cambio de piel me ha causado mucho dolor y miedo, si… pero también sé que estoy donde tengo que estar.

Soy co-creadora de mi destino, voy tejiendo mi realidad y creando el mundo en el que quiero vivir; un mundo más unido, en balance con nuestra madre tierra. Si veo las noticias, pareciera imposible y por eso casi no las veo, creo que todo es posible si usamos la imaginación para crear en lugar de destruir.

A los valientes que quieran crear ese mundo conmigo... ¿Por dónde empezamos?